1991-1993


“El deseo del bosque”

Juan Pablo Wert.

Texto catálogo Certamen Jóvenes Creadores 1991 Ayuntamiento de Madrid. Pág. 32


Si el deseo fuera sólo voluntad no estaría yo aquí y las salas de estar serían impenetrables pinares. La realidad es poco más que un vídeo casero de la voluntad hasta que se afirma como arte.

En un lugar intermedio se encuentran la voluntad y el deseo. Pero sólo si se interna en el bosque, sólo si reconoce el bosque como deseo. El pintor no busca ya una perspectiva eminente sobre el bosque porque sabe lo que puede obtener de ella: lo pintoresca, y lo detesta. Puede pintar el bosque o una batalla que habrá de darse lejos de allí pero siempre desde el interior del bosque como Matisse pintaba sus mujeres tan próximo a ellas que si se descuidaba pintaba lo que había detrás –por ejemplo unas flores- a través de ellas.



                                          El bosque del deseo. 1991. Acrílico/tabla. 61 x 66. Colección particular.



“La carta del suicida”

Estrella de Diego

Texto catálogo Certamen Jóvenes Creadores 1991 Ayuntamiento de Madrid. Pág.12


(...) En algunos artistas los límites se centran en verdaderas contradicciones espaciales. Ese es el caso de El Bosque del deseo de Ikella Alonso. La ruptura del tradicional marco se lleva a cabo a través de una ampliación del mismo extendiéndolo hacia la pared. La pregunta inmediata es si la pared –el deseo- no es precisamente aquello que no es, aquello que sólo puede expresar convenciones del lenguaje. Hay un bosque que se expresa a través de símbolos consensuados –puede haber infinitas representaciones del bosque- y un deseo expresado a través de símbolos consensuados –la palabra deseo. El deseo –la pared- se determina en la obra a través de lo convencionalmente no es, mientras la obra de arte tradicional –el bosque- invade los límites del deseo y los borra a trozos, como si se tratase de una superposición mental. (...)



 

           









 Culto a la música. 1991. Acrílico/tabla.  122 x 95.  Colección particular.






                                        
                       










Sensación gris. 1991.  Acrílico, plástico/tabla.  61x74.  Colección particular.















The great net. Acrílico, metal/tabla.61x74. 1991. Colección particular.

















Poder en escala. Acrílico, hierro/tabla. 61x74. 1992 Colección particular.





“Leve como el rayo”

Javier Olivares


Texto catálogo Periferia Sur 1993 Comunidad de Madrid. Pág. 8




Que el arte no es una fórmula exacta es algo bien sabido. A veces una obsesión conduce al premio de una obra bien hecha. A veces, por los intersticios de dichas obsesiones, se cuelan relajadamente, de tapadillo, imágenes que esperan el momento oportuno para brotar y sorprender, para empezar, al propio artista y, después, la mirada de posteriores espectadores. El caso de Ikella Alonso entra dentro del segundo de estos apartados. Obsesionado por el contraste entre lo plano y el volumen, ha poblado su estudio de una pintura caracterizada por una iconografía emblemática, bien remarcada con respecto al fondo. En ella, los objetos parecen desear ser esculturas sobre lienzo o madera. En ella de vez en cuando, el artista pelea por dar forma a una figuración poblada de recuerdos de otras etapas de la Historia del Arte.


Mientras esto ocurría, subrepticiamente, Alonso ha producido otra serie, de marcada levedad, de una ligereza oriental. Una pintura de sugestiva elegancia en la que el dibujo corre raudo por una superficie de color uniforme existente en superficies encontradas al azar. Una taza de té. La rama de no se sabe que árbol. Una flor más propia de un escudo o una bandera que de su propia naturaleza vegetal. Estos son los protagonistas surgidos del descanso de una obsesión para competir, coquetamente, con las antítesis plásticas que su creador maneja.


Las causas de este fenómeno haya que buscarlas en la riqueza conceptual que puebla La Nave, un lugar cerca del Puente Segovia en donde se da el hecho milagroso de que los artistas conviven, visitan el estudio del vecino y, además, toman café juntos y se prestan cigarrillos mientras Kiko Veneno ensaya en los bajos del local. Las causas de este fenómeno tal vez haya que buscarlas en hechos que la vida certifica como reales, según los cuales la trascendencia de las cosas se muestra en las cosas supuestamente más insignificantes y los amores perdidos acaban encontrando su simbología en pequeños rastros (tal vez un pequeño cepillo de dientes olvidado, tal vez las arrugas de una sábana...) en vez de en besos al amanecer en una hermosa playa. Es probable, incluso que nos encontremos, sin más, ante el inalienable derecho que todo artista tiene de no encasillarse eternamente en un solo estilo, en una marca de la casa, símil de cadena perpetua.


Lo único cierto del caso es que, a veces, el arte desvela la huella imperecedera de lo ligero y la belleza de lo efímero. Es entonces cuando surgen cuadros como los de Ikella Alonso: fugaces y certeros, leves como el rayo que surca la noche en el poema de Shelley.








                                   
          


Hogar. Acrílico/tabla. 80x60. 1992                         Pax-paucis. Acrílico/tabla. 80x60. 1992                          Ring. Acrílico/tabla. 80x60. 1992
Colección particular.                                              Colección particular.                                                       Colección particular.




“Tres proyecciones sobre la Negación Aleatoria”
Emilio García

Texto para La Grapa nº 47. Para la exposición de Ikella Alonso en la Galería El Almazén de La Nave, (1994).


“...,representa la percepción y el que mira puede elegir entre el considerarse así mismo un casi perfecto desconocido, oscuro y tatuado, con remiendos por dentro palpando a veces una costura y con las cosas solapadas, ¡uf, qué será esto! ; o bien proyectar sobre un exterior opaco e indescifrable todo lo que de sí logra sacar en claro, crear. ¡Vaya una experiencia de cualquier manera! : ¡Qué duro:

En ambos casos se nos niegan las imágenes completas y recurrentes con las que hacemos como si soñáramos cuando no dormimos, esas formas lógicas y rudimentarias que llamamos deseo, a todas más o menos porque así hemos creído querer que sea todo; Y parece ser que mientras no se formule en esos términos para ser visto y tocado incluso, no podremos desencantarnos y perseguir algo distinto. Así que estas obras de IKELLA ALONSO es un hecho que no son cómodas, aunque, eso sí, resultan. Quizás porque no dejan de ser un buen motivo para iniciar una conversación.

Muchas personas querrán dejarlo todo y evitar la incomodidad de tratar con un artista al que pueden no dudar en considerar enajenado y recluso cuando, a cierta distancia, se enfrentan a su obra; y al que así tacharán de diferente a ellos mismos, con quien no tienen nada que ver. Los más neutrales sin por ellos ser menos evasivos (ah! , la evasión! , ¡que dulce, autocomplaciente recorrido por uno mismo! ), se instalarán en la metáfora física del templo, cobijo siempre de un espíritu santificado (las mejores intenciones) por haber dividido en dos lo desconocido aún: forzoso elegir lo no sujeto a demasiada medida, lo que debiera ser invisible, e imaginar allí la igualdad que puede ser también una manera de morir.

Las cuentas de cristal coloreado desperdigadas, las vidrieras; los cuadros modernos hechos pedazos de una tapicería: las imágenes familiares nos reclaman atención. La figura del rascacielos en la noche nos sirve para meterse en ella y observar desde allí hasta que la trama negra carezca de realidad. Después, sino antes, debemos dejarlo estar.

También dan pié las ventanas para curiosear en el pasado, imaginar una historia que nunca conocimos del todo; y acomodarse en el antepecho para que el corazón descanse y el cerebro no lata más deprisa, para no sufrir un ataque y que la luz nos ciegue y nos envuelva. Seguimos entonces, con razón, siendo los que somos.

En cualquier caso, no aprovechar esas construcciones geométricas a mano, tan simples y radicales, y probar si sirven para resolver o confirmar algunas de esas dudas momentáneas que también conocemos, será una pena; otra tontería pasajera. En estas obras se aprecia el resultado de tomar una decisión, cogerla de la mano y dejar que nos lleve, o al revés (ya se sabe también lo unido y liado que está todo aquí). A este paso, sólo el artista sabrá lo que hay detrás de todo esto. Por supuesto, uno es libre...

NOTA: - POR FAVOR; LA COHERENCIA QUE BUSCAMOS ALLÍ DONDE NOS ENCONTREMOS, AUNQUE SEA LA NUESTRA, NO TIENE POR NECESIDAD ESE ASPECTO HUMANO QUE SOLEMOS DARLE A TODO, ASÍ QUE, NO INTENTÉIS PENSAR COMO DE COSTUMBRE: LAS OBRAS QUE FIGURAN EN ESTA EXPOSICIÓN NO SON ROMPECABEZAS. RECONOCEDLO A PESAR DE QUE A SIMPLE VISTA NO OS RECONOZCÁIS ASÍ COMO ASÍ”.




"El rapto de las sabinas". 1993
Acrílico/lienzo. 73 x 92.
Colección particular




"Las meninas". Acrílico/lienzo. 100 x 200. 1993. Colección particular.






© De las fotos: Rodrigo González, Ikella Alonso

© De los textos: Sus autores